Mi nombre es Karen y soy Abogada de profesión. Pertenezco a la llamada “Generación Millennial” y me gusta la tecnología, el cine, la animación, la lectura, las “charlas de café”, y desde luego, las finanzas personales. Y esa es la razón por la cual soy Coach de Finanzas Personales por vocación. Pero he de decir que el camino para descubrir mi pasión por este mundo comenzó con un evento desafortunado que muchas personas catalogarían como catastrófico.

 

En mi adolescencia escuché por primera vez la expresión “bendiciones disfrazadas” y no entendí a plenitud lo que esto significaba sino hasta varios años después. Quizás ahora, estimado lector, te estés preguntando el por qué de este título para mi primera colaboración en “Adiós a tu Jefe”. Y la razón es porque creo que las cosas hay que comenzarlas por el principio.

 

El “evento desafortunado”…

 

A inicios de 2015, mi familia pasó a formar parte de las estadísticas al convertirnos en víctimas de la delincuencia. Una noche de fin de semana, a un grupo de personas les pareció una excelente idea entrar a una casa ajena y llevarse los frutos de toda una vida de trabajo. Literalmente, todo se fue por la ventana.

 

Regresar de noche a mi domicilio, ver la casa patas arriba y descubrir que se habían llevado los artículos de mayor valor fue un golpe muy duro para toda la familia, sumado a la amarga experiencia de tener que ir a levantar una denuncia casi a media noche. Está de más decir que a cinco años de este evento no recuperé absolutamente nada ni mucho menos se dio con los responsables.

 

Al día siguiente del evento, naturalmente hubo que hacer el recuento de los daños. Reparar ventanas rotas, arreglar puertas destrozadas y comprar de nuevo artículos necesarios que habían sido sustraídos.

Cabe decir que desde hacía un año yo había ganado un ascenso en mi trabajo y tenía un buen sueldo. Sin embargo, al momento de sacar las cuentas, me percaté de que no tenía ni un peso, ni en efectivo ni en ninguna cuenta bancaria, para afrontar todos los gastos que se me venían encima, por lo que lo primero que hice fue correr al banco más cercano a pedir un crédito personal y endeudarme por varios años a una tasa altísima, siendo que ya tenía una deuda considerable gracias a ese mismo crédito.

 

Era joven y no ganaba mal, sin embargo ya estaba endeudada por un monto de 6 cifras y al aumentar mi sueldo gracias al ascenso, había encontrado la forma de gastarlo y llegar sin un centavo a la quincena. A veces trataba de ahorrar lo que sobraba, pero como podrás anticipar, nunca sobraba nada.

 

Y solo fue hasta ese momento que por primera vez en mi vida, entendí que algo andaba muy mal con mis finanzas personales. A saber:

 

  • Tenía deudas por pagar a un plazo de hasta cinco años y con tasas de entre el 10% y el 30%

  • Había gastado ese dinero principalmente en cosas superfluas

  • Gran parte de mi sueldo se iba en pagar estas deudas

  • No ahorraba y si lo hacía, este dinero gastaba más rápido de lo que tardaba en juntarlo

  • No tenía un “fondo de emergencias”

  • Postergué la importante tarea de proteger mi patrimonio, a pesar de contar con los medios para hacerlo.

 

Como podrás ver, a temprana edad yo ya había hecho un excelente trabajo para convertirme en un desastre financiero y este evento llegó a derribar la torre de naipes sobre la cual estaba construida mi aparente estabilidad financiera sustentada en nada más que en un buen sueldo. Sin embargo y visto en retrospectiva, tiempo después entendí que este trago tan amargo, fue más bien una bendición. Una bendición porque me pateó fuera de mi “zona de confort” y de ese estilo de vida que todavía tendría de haber seguido todo exactamente igual.

 

Cambiar o morir…

 

Con el paso de los meses, me propuse tratar de sacar lo bueno de lo malo y aprender de mis errores, así que paso a paso comencé a sanear mis finanzas personales. Entonces me vi forzada a cambiar hábitos profundamente arraigados:

 

  • Recortar gastos

  • Dejar de comprar por impulso

  • Cancelar tarjetas de crédito

  • Adelantar pagos de deudas

  • Imponerme el hábito de ahorrar

  • Generar recursos adicionales

  • Invertir.

 

Específicamente, para lograr estos dos últimos puntos hice lo que muchos piensan que es el camino más rápido y que los volverá ricos en poco tiempo:  entrar a la bolsa de valores.

 

Lo anterior sin tener experiencia, sin realmente saber lo que estaba haciendo y sin conocer en lo que estaba invirtiendo. Desde luego, esta estrategia pronto demostró ser errónea y lógicamente perdí dinero. Si estás leyendo esto, por favor, no cometas este mismo error.

 

Si bien hoy en día opero activamente en la bolsa de valores americana, para llegar a este punto pasó mucho tiempo. Pero esa historia será materia de otra entrada en este blog.

 

La finalidad de esto que te cuento, estimado lector, es hacerte notar la importancia de que muchas veces no se trata de lo mal que puedan estar tus finanzas personales, sino de que se necesita tomar acción para salir de nuestra “zona de confort” y ello requiere dar el primer paso y hacer cambios de raíz que sean duraderos y que se vuelvan un estilo de vida. Las finanzas personales no se arreglan en un día, pero si no comenzamos hoy, entonces no se arreglarán nunca. Y te aseguro que los sacrificios que hoy haces, tendrán un impacto positivo y duradero el día de mañana.

 

Si estás aquí, es porque quieres cambiar tus finanzas personales. Quizás quieras salir de deudas, crearte el hábito del ahorro o comenzar a invertir y estás leyendo este blog porque buscas un poco de luz.

 

La realidad es que no hay una guía o un “starter pack” que sirva para todo y para todos, porque cada quien hace su propio camino de acuerdo a su perfil, sus necesidades y su estilo de vida. Pero lo que todas las personas que han andado por este sendero seguramente han tenido que hacer es esforzarse para cambiar sus hábitos y escoger la que es en apariencia la ruta más larga, pero más sólida a lo largo del tiempo, que consiste en aprender sobre las herramientas necesarias para tomar las riendas de tu patrimonio.

 

Esto lo puedes lograr formando parte de comunidades, leyendo libros o tomando lo necesario de la experiencia de alguien que esté recorriendo ese camino. Pero por favor, no delegues estas riendas, porque son responsabilidad tuya y de nadie más.

 

¿Y dónde me encuentro ahora?

 

Por lo pronto, esta historia que te platico no tiene un final. Sigue escribiéndose y me va gustando. Espero que su lectura pueda ayudarte a encontrar tu propio camino.

 

Y por cierto, hasta hace unos días descubrí que la expresión que da título a esta entrada, es del célebre Oscar Wilde: “Lo que nos parecen pruebas amargas, son a menudo bendiciones disfrazadas”.

 

Karen Amézquita

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